miércoles, 21 de marzo de 2018

“El problema del agua no será una guerra dentro de 15 años. Lo tenemos encima”.

EL PROFESOR AARON WOLF, DURANTE SU CHARLA EN MADRID / FOTO: SANTIAGO SÁEZ

La Marea conversa sobre los conflictos por el agua con el profesor Aaron Wolf, una de las figuras más prestigiosas en la negociación internacional por los recursos hídricos.


Medio ambiente

El profesor Aaron Wolf, de la Universidad del Estado de Oregón (EEUU), es una de las figuras más respetadas en el mundo de la negociación internacional por los recursos hídricos. Hablamos con él tras una charla en Madrid sobre la gestión y transformación de los conflictos generados en torno al agua. Cuando inevitablemente le hacen la pregunta desde el público, a Wolf se le cambia la cara: “¿Es optimista?”. En ese momento, todo lo que eran sonrisas y notas de humor cambia. “No, soy pesimista”, responde el profesor y mediador internacional.

“No creo que el agua vaya a ser la causa de guerras entre Estados, pero sí que vamos a seguir viendo ejemplos intranacionales como el de Siria en el mundo subdesarrollado”, explica. En este país, incide el investigador, una sequía hizo que la gente migrara del campo a las ciudades, creando el caldo de cultivo necesario para una guerra civil que en marzo cumplirá siete años. “Suben los precios de los alimentos, se multiplica el desempleo, decenas de miles de personas sin trabajo, desarraigadas, enfadadas… Antes de que te des cuenta, tienes Siria. El problema del agua no será una guerra dentro de 15 años. El problema ya lo tenemos delante de los ojos”, afirma.

Aaron Wolf se define como “persona de agua”, y explica que él ve el mundo como una cuenca hidrológica, en la que las líneas sinuosas de los ríos no se ven interrumpidas por las fronteras. “Pero las fronteras existen, y existen por varias razones, así que tenemos que hacer lo posible por reconciliar esos dos mundos”, afirma. A ello se ha dedicado desde principios de este siglo, facilitando la negociación entre Estados para cooperación en temas de agua. Una cooperación que espera que resista los embates del cambio climático.

Para el académico estadounidense, la percepción pública de la conflictividad internacional sobre el agua es exagerada, y responde a la lógica mercantil de medios de comunicación sensacionalistas y políticos demagogos. “Nadie quiere ir a la guerra por el agua. Es tremendamente poco eficaz desde cualquier punto de vista, ya sea político, económico o estratégico”, afirma Wolf, que se apoya en datos compilados durante más de 20 años. De 310 cuencas internacionales, sólo hay tensiones en seis, y el 80% de los conflictos no pasa de la fase verbal: “Solo hemos registrado 38 casos de conflictos violentos. 26 de ellos han sido entre israelíes y árabes, de los cuales el último caso fue en los años 70”. Wolf añade que sólo ha habido una guerra internacional cuyo motivo específico haya sido el agua: la librada entre las ciudades-estado de Lagash y Umma, en la cuenca del Tigris y el Éufrates, alrededor del año 2500 A.C.

Curiosamente, todas las cuencas consideradas en riesgo (Nilo, Indo, Ganges, Jordán y Tigris-Éufrates) corresponden a áreas que pertenecieron al imperio británico. “Cuando se rompe un imperio surgen decenas de nuevos países, que antes no necesitaban tratados para colaborar en asuntos hídricos, y ahora sí los necesitan. Tienes unas normas para un gobierno, y de repente tienes dos, cinco o diez gobiernos sin tratados previos”. El tamaño de las cuencas y la situación geopolítica de los países afectados también influye. Wolf pone como ejemplo la Unión Soviética, cuya ruptura ha incrementado las tensiones en cuencas del Cáucaso y Asia Central, pero nunca al nivel de las ex colonias británicas.


Negociación no convencional

“Cuando entras en una habitación llena de personas enfadadas, que normalmente son hombres, lo que quiere todo el mundo es hablar. Pero si todos hablan ¿quién escucha?”, explica Wolf. Por eso, en su faceta de mediador, a menudo el profesor aboga por dejar de lado la ciencia y la política, típicos encuadres occidentales, y confiar en acercamientos a la negociación basados en otras tradiciones, así como en el instinto y la experiencia de las comunidades locales. “El enfoque occidental casi siempre trata de buscar datos y aplicar soluciones técnicas, pero en muchas ocasiones esto, simplemente, no es posible. Resolver las cuestiones técnicas es sólo la mitad del camino”, explica.

Al profesor no le da miedo implementar medidas basadas en la tradición al más alto nivel político. Desde técnicas de meditación budista para calmar los nervios propios y ajenos y escuchar con más atención , la disposición de las mesas de negociación, para obligar a los participantes a sentarse unos al lado de otros (como se hace al rezar) en lugar de enfrentados. “Estas son herramientas que vienen de las comunidades religiosas, pero es que funcionan. Yo soy científico, pero esto es muy útil”.

Fuente: www.lamarea.com

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